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Cristina, entre la bala que no salió y el fallo que sí saldrá.

Foto del escritor: Diego KraljevicDiego Kraljevic


Al caer la noche, Cristina llegaba a su domicilio luego de una jornada cargada de trabajo y tensiones de todo tipo. Ella es parte de un oficialismo que nunca termina de hacer pie en algún tipo de cambio con relevancia estructural.

En el fondo de sus silencios, como en la tonalidad de su voz, le queda la tranquilidad de haber evitado la continuidad de las políticas frente cambistas.

Como en toda la semana, los manifestantes la esperan en la puerta de su hogar, para solidarizarse por la persecución mediático judicial que sufre, por parte de jueces y fiscales que juegan al fútbol con Mauricio Macri.

Se la tienen jurada. Jueces, fiscales, medios de comunicación y poderes fácticos; que siempre aspiran a la concentración económica, a la supresión de derechos y a la usurpación de los recursos naturales.

El pueblo lo sabe, por eso se reúne en la puerta de su casa y la esperan con ansias, sobre todo desde que el fiscal Luciani intento un fusilamiento civil, con una causa armada y difundida por los medios enemigos. Para el que sólo faltaron pruebas y algún estándar mínimo de credibilidad.

Baja de su auto y, entre festejos y saludos, emprende la marcha a pie hasta la muchedumbre.

Agradece las muestras de cariño, extiende sus brazos en forma de saludo, y pone el cuerpo. Sonríe, se sorprende, recibe el amor de su pueblo, y ella derrama simpatía.

Se va, y vuelve a saludar a la multitud desde el umbral de su casa.

No se enteró que gatillaron dos veces, a veinte centímetros de su rostro.

El que sí se enteró, anticipadamente, fue el diputado Milman, que en un bar del barrio de Congreso, entre festejos y risotadas, le comentó a dos asesoras sobre el magnicidio antes de que sucediera: “cuando la maten, yo estoy camino a la costa”.

Milman es el brazo político de Patricia Bullrich, en la provincia de Buenos Aires.

Días después del fallido magnicidio, y de manera increíble, un editorialista del diario Clarín, llora por la herida del fracaso homicida y titula: “Cristina, entre la bala que no salió y el falló que sí saldrá”.

No pudieron con los indignados, rentados por Caputo, contratados para crear malhumor social y un clima de violencia política.

No pudo la policía de Larreta, que intentó abortar, según Milman, un nuevo 17 de Octubre al redor de la figura de Cristina.

Pero el falló saldrá. Nadie lo duda.

Ya no hay quién espere algo razonable de la justicia federal o del gobierno. Unos por falta de escrúpulos, y los otros por falta de eso, que hay que romper, de vez en cuando, para cocinar una tortilla.

Es Cristina contra el mundo.

Pero nuestra heroína no está sola, el pueblo la acompaña. Cristina sabe que estamos y nosotros sabemos que ella siempre está. Y ese es el vínculo que los desvela.

Ella, cada mañana, al despertar, se cuelga la capa, hace entrenamiento físico, y equilibra sus súper poderes.

Y, por nuestra parte, cada uno de nosotros nos sentimos dirigentes de nuestro destino, y la elegimos como bandera.

Sabemos que el peronismo sin Cristina; es como la lluvia sin agua; no moja.



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