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En la reconfiguración del tablero político, luego del triunfo de Javier Milei, existe una delgada línea -que tiende a desaparecer- entre gobernabilidad y cogobierno.
El triunfo parlamentario de la ley ómnibus en diputados nos obliga a identificar la acumulación de voluntades con distintos orígenes partidarios y nos plantea la necesidad de establecer los actores capaces de tal articulación: Macri y Pichetto.
Usted se preguntará por la UCR. Sigue haciendo Macrismo automático.
También resulta necesario interpretar que los diputados aprobaron en general el proyecto presidencial sin conocer enmiendas y modificaciones de último momento, lo que alimenta la idea de que la motorización del ensamble parlamentario sólo tiene motivaciones políticas, fuera de toda discusión técnica básica y responsable.
En el seno de la cámara de diputados se pudo escuchar un sinfín de discursos del nuevo oficialismo. Casi todos hablaron de “la caja de herramientas” otorgada al Poder Ejecutivo para sortear la crisis, pero no queda claro con que utensilios contará Milei para gobernar. Eso estará sujeto al tratamiento en particular del articulado propuesto.
La gobernabilidad organizada entre Milei, el empresario y el hombre de lealtades diferentes; se movió en un clima de tensión permanente, que hacía suponer, por momentos, entre la maraña de idas y vueltas, un desgaste meteórico de la figura presidencial, que apareció cautiva de sus nuevos socios y limitada por las propias barreras intelectuales y argumentativas de los diputados de La Libertad Avanza.
En los corredores del congreso se pudo observar la frenética búsqueda, por parte de asesores del oficialismo, de un frasco extraviado por su presidente de bloque. Algunos decían que era un pastillero con ansiolíticos y otros que se trataba de un gran recipiente repleto de eses (“s”). La exploración terminó sin éxito.
Por su parte, el hombre de las lealtades, vistió -impávido- su traje de senador en la cámara de los comunes, aunque no disimuló su fastidio ante situaciones impropias para la cámara de los lores, dónde acostumbraba a desplazarse con naturalidad. El ámbito populoso que se respira en el parlamento de diputados vició, por momentos, su estado de ánimo; pero pudo sobreponerse y transformar su mal humor en ironía, al momento de los cierres por bloques, dónde marcó una amplia diferencia a su favor entre los pares de la cogobernabilidad.
Durante las jornadas que abarcaron la sesión todo fue dantesco. Y como resulta practicante imposible defender un proyecto cuyo dictamen no se conoce, las críticas de las intervenciones de los diputados oficialistas se centraron en el peronismo. Que Cristina esto y Cristina lo otro. Los discursos parecían rememorar los de la fallida formula presidencial encabeza por Patricia Bullrich Luro Pueyrredón, que fuera premiada con un tercer y cómodo puesto en la elección general.
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Entre tachaduras y negociaciones, la crisis de los gobernacionistas se iba conociendo por trascendidos que tomaban estado público.
El nado sincronizado de los medios para ocultar trapisondas, irregularidades e incluso ilegalidades empezaba a desmoronarse. Fue entonces cuando aparecieron los motorepresores de Patricia para quitar el foco del recinto y llevarlo a la manifestación.
En su afán de mantener el protocolo ilegal terminamos con los manifestantes sobre la plaza y con la gendarmería interrumpiendo el tráfico porteño. Camiones hidrantes, colectivos y celulares policiales, combis que trasportaban prefectos y líneas de defensa para las baldosas que Larreta supo remplazar hasta el hartazgo.
A más de un ciudadano se le habrá llenado la boca de saliva pensando en la posibilidad de ver a un "cabeza de tortuga" en su barrio, para proteger a su familia de la inseguridad.
Como la situación se volvía estable, porque en la calurosa jornada el tránsito vehicular porteño fluía casi con normalidad, y el foco volvía a situarse en la cámara baja; volvió la represión. Manifestantes, jubilados y hasta periodistas, en gran número, comenzaron a poblar los hospitales y las comisarias.
Mientras se aprobaba- en general- la ley de los gobernacionistas, las inmediaciones del congreso se tiñeron de pasado y por un momento se pudo oler el ambiente dictatorial en las calles.
Al caer la noche autos particulares, cargados de uniformados pasaban a gran velocidad, como en situación de caza. Las formaciones de efectivos se distribuían por toda la circunferencia del palacio y las fuerzas de seguridad escoltaban la huida de colaboracionistas y amigos de la cogobernabilidad.
La represión en las calles y las tramoyas en el palacio anuncian el nuevo orden que se pretende imponer: una democracia sin pueblo.
Continuará.
Discurso de cierre del Presidente del Bloque Unión Por La Patria, Germán Martínez.
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