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Las elecciones primarias del pasado 13 de agosto extremaron las urgencias de los tres bloques políticos que compiten para la elección general de octubre.
Un empate técnico de tres, con sabor a triunfo para la ultraderecha de Milie, pone a la alianza de Juntos por el Cambio en una situación de espasmo dialectico, que afecta gravemente la articulación de su campaña.
Bullrich aparece como Larreta antes de las primarias: sin brújula. Sus asesores decidieron reemplazar el eje discursivo hacia la consigna del “orden”, abandonando el segmento del “cambio”, que guio la rutina del relato amarillo por casi ocho años.
Por su parte, la voracidad discursiva de Milei se concentra contra los cambistas del orden.
El candidato a la presidencia de libertad avanza, después del domingo 13 a la noche, mutó de león rugiente a gatito doméstico, pero deja caer sus babas cada vez que apunta contra juntos por el cambio. Contra todos menos Macri, a quien invitó a formar parte de un hipotético gobierno anarcocapitalista.
Con el debilitamiento de las huestes del orden pareciera que comienza un proceso de polarización entre Massa y Milei. Nuevo panorama.
Al mismo tiempo, no pocos radicales ya están de salida de la alianza del orden, porque advierten la incompatibilidad de caracteres entre la vocación autoritaria de Patricia Bullrich y la genética partidaria, que persiste pese a la derechización del centenario partido.
Por su parte, el sector de Unión por la Patria se encuentra en un tratamiento intensivo de reconstrucción. Sergio Massa apuró las negociaciones para patear hasta el año que viene al FMI e intentar reconstruir el tejido social tras el impacto de la devaluación del lunes 14.
El ministro candidato advirtió la brecha política que se abre y propuso, rápidamente, la posibilidad cierta de un gobierno de coalición, ampliando las bases actuales e invitando a radicales y peronistas que se sientan fuera del esquema de la ultraderecha.
A su vez, para desgracia del debate electoral, la centralidad está puesta en Milei, que absorbe la curiosidad del electorado a fuerza de disparates para la democracia recuperada en 1983 como el arancelamiento de la educación, el desmantelamiento del estado y la imposición del mercado en todos los aspectos de la vida, como un dios todopoderoso.
Si esto fuera poco, aparece -algo que no se comenta en los medios de comunicación- la presencia del negacionismo. Militantes confesos del genocidio de estado que se relacionan maravillosamente con el ideario económico que propone destruir las herramientas de la justicia social, al mejor estilo de la dictadura.
La combinación que expresa la ultraderecha entre la destrucción del estado, la supremacía del mercado y la fascinación por el genocidio no se encuentra para nada disimulada. Está ahí y es presentada como alternativa electoral.
El desprecio que Milei expresa por la política y los políticos es idéntico al de los militares más duros de la dictadura y sus propuestas económicas son un plagio a las de Martínez de Hoz en la década del setenta.
Los libertarios del mercado tampoco niegan su admiración por el menemato, que regaló las empresas del estado, destruyó las PYMES, pulverizó las jubilaciones y generó los índices de desempleo más altos de nuestra historia.
La explotación del hombre a manos del mercado. El cercenamiento de las libertades individuales. La puesta en valor del menemismo, que se inauguró con un golpe de mercado contra Alfonsín y culminó con la huida en helicóptero de De La Rua. El desprecio por la igualdad de género y la libertad sexual. ¡Todo expuesto a la luz del día!
La derecha argentina, en sus distintas fracciones y momentos históricos, se ha dedicado a confundir prostituyendo palabras. Fueron el cambio y ahora la libertad.
¿Cambio, con apellidos aristocráticos o empresarios del establishment?
¿Libertad, con militantes del genocidio de estado?
¿De verdad?
¿Orden, con los mismos funcionarios que regaron de sangre la plaza de mayo en 2001?
Al fin aparece la oportunidad para que la cultura política del radicalismo decida si su anti-peronismo es más fuerte que la herencia cultural del Alfonsinismo en defensa de la vida, la paz y la libertad.
También es la ocasión para que peronistas, de izquierda a derecha, decidan si hay algo más importante que el legado de la justicia social de Juan y Eva Perón.
Para concentrar y aglutinar la aspiración de seguir viviendo en democracia y contar con la posibilidad de perfeccionarla, para recomponer ingresos, cambiar la matriz productiva motorizando la riqueza de nuestros recursos naturales y proteger a nuestro pueblo de la aventura fascista de la derecha; Massa tiene la necesidad de reorganizar su campaña y reaccionar.
Reaccionar implica proteger derechos y garantías fundamentales. Requiere, además, utilizar el arma más poderosa del arsenal de la política: la esperanza, herramienta de construcción por excelencia, que no siempre depende de una coyuntura determinada.
La única tranquilidad que tiene el candidato del oficialismo radica en que su base electoral esta mas consolidada que la de sus competidores. No es poco.
El desafío de la reacción puede estar en la interpretación correcta de las culturas políticas populares del país. Una suerte de continuidad que empalme el contenido social del peronismo con la predica democrática del radicalismo.
Massa tiene sobre sus hombros la tarea de interpretar un contexto lleno de frustraciones y recomponer su mensaje, para activar los motores de la militancia, que permanece adormecida bajo los ronquidos de Alberto.
Si algo se hace evidente en argentina, más que en cualquier otro país del globo, es la vacancia del liderazgo. Ese es el desafío real del actual ministro presidenciable.
Claramente que su trabajo por estos días no es fácil, compite con un demagogo mediático que concentra la atención del gran público y con una candidata moribunda, sin nada que perder, que se desplaza por el tablero electoral con el mismo tacto que puede tener un borracho en medio de un velatorio.
Massa, como buen equilibrista, debe ampliar el estrecho margen de esa cuerda que se despliega en las alturas de la política para sortear el precipicio de la realidad económica y cuenta con la posibilidad de componer una propuesta superadora. ¿Lo hará?
Los argentinos necesitamos creer. Tener fe en el futuro que se abre, proyectar un país con oportunidades.
En tal sentido, reaccionar requiere compromiso con el futuro, definir una política concreta con los recursos naturales, articular la reconstrucción institucional de los cuerpos del estado, modernizar el contenido educativo y la dinámica de estudio, por ejemplo.
Quiero decir: no alcanza con evitar el arancelamiento de la educación: hay que mejorarla. Lo mismo con otro montón de temas.
Se trata de romper la inercia de la queja, proyectar soluciones, metas. Ubicar a la política en situación de crear un horizonte, que no solo nos salve de la destrucción sino que nos transporte a la realidad que pretendemos.
En la convocatoria por una democracia con poder encontrará a todo un pueblo deseoso por ser representado y protegido.
En esta crisis política Massa tiene la oportunidad de jugar en todo el tablero democrático, mientras los ultra se amontan en el margen de la derecha.
El que no crea… que vote dictadura, pero que lo haga con plena conciencia.
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