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Las alianzas políticas han demostrado ser efectivas para conquistar resultados electorales; pero ineficientes al momento de gobernar. El Chacho Alvarez de De La Rua fue el Cobos de Cristina y el Alberto del Kirchnerismo. Desde la elección presidencial de 1999 la acumulación política se volvió un problema para la dirección de los gobiernos.
La Alianza entre la UCR y el FREPASO supo tener un organismo encargado de la elaboración de un programa de gobierno. El IPA (Instituto Programático de la Alianza) que liderado por Raúl Alfonsín intentó orientar la línea política de la futura administración, probablemente porque el líder radical intuía sobre el peligro de la acumulación electoralista y la falta de liderazgo que caracterizaba al correligionario que encabezaba la formula.
La ALIANZA PARA EL TRABAJO, LA JUSTICIA Y LA EDUCACIÓN terminó recortando salarios y jubilaciones, impulsando el arancelamiento universitario y acordando endeudamiento externo para sostener la convertibilidad, antes de huir en helicóptero.
Claramente, las políticas de López Murphy y Cavallo no fueron diseñadas por el IPA, ni contaron con la anuencia de Alfonsín.
En la “tabla periódica” de la política existen dos elementos que no se pueden mezclar: la acumulación electoral y la falta de liderazgo.
No hay que ser Ernesto Laclau para advertir que una alianza electoral exitosa no garantiza el cumplimiento de la propuesta de gobierno, y que no existe oportunidad programática sin la presencia del liderazgo.
Al mismo tiempo, cabe recordar que la experiencia Cobos -el hombre no positivo- fue superada gracias al liderazgo de Cristina, mientras que la renuncia de Chacho Álvarez fue el principio del fin para la Alianza.
Por estas horas tenemos una duda existencial dentro del campo popular: ¿Se ubicará el liderazgo al frente del proyecto nacional o seguiremos con el arte de coleccionar funcionarios que no funcionan?
Todas las respuestas apuntan a Cristina.
No se puede obviar lo injusto de la situación para la expresidenta, que tiene todas las justificaciones para negarse al convite. Atacada sin piedad, perseguida, agredida hasta con un intento de magnicidio.
A su vez, CFK sabe que la tarea que viene es mucho más dura que la del lejano 2003. Ahora el poder real tiene representantes en el legislativo y están organizados en bloques, esbirros en el poder judicial e infiltrados en las propias filas del frentetodismo. Seguramente, la correlación de fuerzas no es un tema menor en el análisis de la jefa del campo popular. La tensión política, hasta ahora conocida como grieta, será una “verdurita” comparada con el escenario que se viene. Si algo demostró el Albertismo es que la moderación, la excusa de los traidores, no calma la voracidad de aquellos que acumulan riquezas mientras las fuerzas del trabajo conviven diariamente con la pobreza.
Otra cuestión complicada es la amenaza del partido judicial, que mantiene la posibilidad latente de romper la carrera electoral con una proscripción a la carta, poniendo en riesgo la paz social y el equilibrio democrático.
Con todo, Cristina no podrá obviar que la competencia para un próximo turno de gobierno requiere de su liderazgo. Y que, en el caso de gobernar, será preciso el ejercicio de su experiencia, porque hay conocimientos y decisiones que no se pueden transmitir. El Albertismo también corroboró eso.
Raúl Alfonsín expresaba en su libro “Memoria Política” la idea de que los ciclos políticos que son sustituidos abren etapas de fuerte impacto y profundización en el sentido contrario. Eso es precisamente lo que viene luego de Alberto. Pero, las características del reemplazo de la moderación albertiana aún está en discusión y es, realmente, el debate de este año.
La sociedad, más allá de su fastidio, ya no admite el “ni” como respuesta. Está claro y queda en evidencia que la rotunda imagen negativa del presidente, que ya no tiene autoridad ni para pedir un cortado en jarrito a los mozos de la casa de gobierno, ha clausurado un periodo caracterizado por el famoso “camino del medio”. Al mismo tiempo se abren alternativas, históricamente recientes, que se mantienen frescas en la memoria colectiva: Juntos por el cambio o el Kirchnerismo.
Cristina tampoco puede escapar a este debate. No puede, como estratega al menos, eludir la posibilidad de ofrecer una alternativa política que recree los principios de la década ganada. Simplemente porque a ella misma tampoco le resulto la teoría del camino intermedio, con la selección de un opositor peronista para encabezar la formula. Se imaginó, en su momento, que la tensión con los poderes fácticos disminuiría, y que la gobernabilidad con distribución llegaría sin escenarios de fricción violenta.
Ya, con el diario del lunes, se entiende que la distribución no es compatible con la moderación, y que la unidad del espacio no se puede sostener sin el liderazgo.
Argentina necesita un liderazgo, y no hay otro que el de cristina, tanto en la alianza del frente de todos como en la de juntos por el cambio. Todos menos ella son personajes de ocasión, meramente coyunturales y absolutamente periféricos en lo que hace a las características del liderazgo.
Larreta tiene menos carisma que una babosa, mientras que Bullrich y Milei tendrían que organizar visitas a los colegios secundarios de todo el país, para que los chicos conozcan como era la raza humana antes de la época de las cavernas.
El liderazgo de Cristina garantiza la unidad del espacio de gobierno, la experiencia para sortear la crisis y acercar a los argentinos a aquella fantasía que vivíamos en la década kirchnerista, cuando el trabajo alcanzaba para guardar un canuto y los paros se hacían contra el impuesto a las ganancias.
Se terminaron los caminos intermedios. Sólo nos resta saber si vamos a distribuir entre todos o acumular en pocas manos. Si nos podremos jubilar o quedaremos a la intemperie. Si nuestros recursos naturales serán una estrategia para el crecimiento de todos o para un grupito de poderosos. Si nuestros hijos podrán estudiar y vivir felices con su trabajo o tendrán que vender sus órganos para pagar la universidad.
El pueblo vota pensando en sí mismo y votará a cristina al pensar de todo.
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