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Manuel Belgrano. El triunfo de la derrota.

Foto del escritor: Diego KraljevicDiego Kraljevic


Muy a pesar de las crónicas de la historia, Manuel Belgrano es un ejemplo de perseverancia contra la incomprensión de su época. En tal sentido, los mayores triunfos del general fueron frutos de sus derrotas, que lo persiguieron hasta el lecho de muerte.

La burocracia antirrevolucionaria de Buenos Aires conspiró contra el liderazgo de Mariano Moreno y se hizo cargo de la estrategia, luego de su caída y posterior deceso.


Desde entonces, las grandes hazañas revolucionarias, los actos más intrépidos y las decisiones de vital importancia fueron, en su gran mayoría, a espaldas de Buenos Aires.


Mucho tiempo después de la derrota sufrida por los jacobinos de la revolución de mayo, y por necesidad de la historia oficial, para darle jerarquía a la fundación del país, fue que se revalorizo – en parte- el aura moral y republicana de los revolucionarios más formados y evolucionados de la época: Mariano Moreno, Juan José Castelli y Manuel Belgrano. A quienes conocimos en profundidad gracias al revisionismo histórico, que nos libró del racismo de Sarmiento y de las bobadas de Bartolomé Mitre.


Los tres abogados, reconocidos como el “acero de la revolución de Mayo” concluyeron sus existencias terrenales entre acusaciones y descontentos, absorbidos por el olvido al que fueron arrojados deliberadamente.


El 4 de marzo de 1811 Mariano Moreno, formado en los principios de la ilustración y ferviente defensor del autogobierno republicano, muere envenenado en alta mar.


El revolucionario parte rumbo a Gran Bretaña el 25 de enero de 1811, a bordo de la fragata inglesa Fame. En el mismo día, su esposa María Guadalupe Cuenca recibe un cofre que contenía un pañuelo negro, un velo y un abanico de luto, con una nota que indicaba que pronto utilizaría esos accesorios.

Entre el 25 de enero y los primeros días de marzo, Mariano Moreno es víctima de un envenenamiento progresivo a cargo del capitán del navío, que mina su salud hasta provocarle la muerte.

Mientras tanto su esposa escribiría cartas que no llegarían a ser leídas por el ex secretario de la primera junta:


“Ay mi Moreno de mi corazón, no tengo vida sin vos, se fue mi alma y este cuerpo sin alma no puede vivir y si quieres que viva venite pronto, o mándame llevar.

No me consuela otra cosa más que cuando me acuerdo las promesas que me hiciste los últimos días antes de tu salida, de no olvidarte de mí, de tratar de volver pronto, de quererme siempre, de serme fiel, porque a la hora que empieces a querer a alguna inglesa, adiós Mariquita, ya no será ella la que ocupe ni un instante tu corazón, y yo estaré llorando como estoy, y sufriendo tu separación que me parece la muerte, expuesta a la cólera de nuestros enemigos”.


María Guadalupe Cuenca de Moreno falleció el 1 de septiembre de 1854, tenía 64 años y una exigua pensión otorgada por el triunvirato.


(Mariano Moreno)


El 20 de junio de 1811 el ejército de Castelli cae derrotado en Huaqui, y la junta porteña lo manda a detener. Sus enemigos internos estaban dispuestos a humillarlo y encarcelarlo.

Detenido en el regimiento de patricios, cuestionó la imparcialidad del tribunal que lo juzgaba: Uno de los fiscales, Vicente Echeverria, había sido colaborador cercano del exvirrey Liniers, fusilado por Castelli bajo las órdenes de la primera junta, por actividad de guerra antirrevolucionaria.


La parodia judicial se interrumpió por la muerte de Juan José Castelli, debido a un cáncer en la lengua.

“La historia oficial y quienes se han ocupado de difundirla no le otorgan el lugar que se merecía. Líder indiscutido del partido de los patriotas, el “orador de la revolución”- como se lo llamó en su época- fue no solamente el hombre que por primera vez desde el descubrimiento de América desconoció jurídicamente a España, sino también fue quien llegó a tener al alcance de su mano la derrota militar de los realistas.

Intempestivo y atormentado, amado por el pueblo como un dios pagano y luego procesado y encarcelado por los políticos de Buenos Aires, irresistible para las mujeres e implacable con sus adversarios, Castelli conoció en pocos años el cielo y el infierno, la gloria y el olvido.”

“Con lentitud, entre los colores fuertes de la primavera porteña, el carro fúnebre comenzó a desandar San Miguel, con destino al templo de San Ignacio. No había multitudes a su alrededor como en los tiempos de mayo. Apenas siete personas lo secundaban. Tampoco las banderas habían sido bajadas hasta media asta y ninguna unidad militar formó a su paso para la despedida”. (1)


(Dr. Juan José Castelli)


El 6 de diciembre del mismo año se produce un golpe cívico militar mediante el cual el sector conservador, encabezado por Cornelio Saavedra, se asegura el control de la junta grande de gobierno. La revolución se quedaba sin revolucionarios.


El triunfo de este bando evitó transformaciones reales, la libertad se centró en el comercio y la representación política en los hacendados. Fracasaba el contrato social de Rousseau en el Río de La Plata. El quiebre del interés común desembocó en enfrentamientos irreductibles y, después de Caseros, en la republica oligárquica.

Por su parte, el joven Manuel estudió economía y derecho en Salamanca Y Valladolid. Contó con un privilegio inusual; debido a sus dotes para el estudio recibió el permiso papal para leer los libros prohibidos por la inquisición.

Belgrano no se sintió un personaje superior, sino un hombre afortunado por obtener instrucción y conocimientos. Esto lo motivo a donar buena parte de sus ingresos para la construcción de escuelas a lo largo del territorio nacional.


Como una paradoja histórica, que no deberíamos pasar por alto, una de las escuelas donadas por Belgrano se inauguró recién en el 2004, 191 años después.


Luego de las derrotas militares de Vilcapugio y Ayohuma Buenos Aires envía a San Martín para relevar a Belgrano, con la orden de ponerlo preso. El padre de la patria lo suplanta, pero se niega a detenerlo, diciendo que es el mejor de todos nosotros, en relación a su actividad militar.


Manuel no tenía una buena relación con la política porteña y, como San Martín y Güemes, desconfiaba profundamente de Rivadavia.

Destituido del mando del ejército del norte y muy complicado de salud llega a Buenos Aires.


Lo recibieron conspirando entre las sombras del poder. El complot que sonaba era someterlo a un proceso parecido al de su primo Castelli y encarcelarlo. Pero la propuesta de un viaje diplomático al viejo mundo para encontrar aliados de las provincias unidas del rio de la plata y la indudable capacidad de Belgrano, que sobresalía por sobre la mediocridad porteña, lo saca del apuro.


Emprende el viaje con el mismo Rivadavia. A su vuelta Belgrano ventila una cantidad de reuniones y negocios privados que el pícaro de Bernardino no cesaba de hacer durante la visita oficial.


La sangre de Belgrano entraba en ebullición con situaciones reñidas con la buena administración del estado.


Con anterioridad, durante su estadía en el consulado, por ejemplo, no disimula su desprecio por los “mercachifles que sólo saben comprar por cuatro para vender por ocho”, calificando y nombrando, sin vueltas, a Martínez de Hoz, Alzaga y Anchorena.


En su publicación “Memorias del Consulado” Belgrano expresa un plan de acción de gobierno que lo eleva por encima de la térmica y del ambiente.

Escribe sobre el acceso de la mujer a los tres niveles de la enseñanza. Poniendo a las féminas en un plano de igualdad con los hombres, ya en el año 1796.


También describe la bendición de dios sobre estas tierras tan productivas y advierte que se puede tratar de una trampa si no se agrega valor a los productos primarios. Dice: “Los países civilizados se cuidan de no exportar materia prima sin antes transformarla localmente, porque de lo contrario se estaría creando pobreza en el país exportador y creando empleo y riqueza en el país importador: no exportemos cuero, exportemos zapatos”.

Fue el primero en ocuparse de la protección del ambiente, planteaba evitar el monocultivo y la necesidad de la rotación por el agotamiento de la tierra. Alertaba, además, sobre la contaminación de los ríos.

Cien años antes de la ley 1420 declara sobre la necesidad de una educación primaria obligatoria para los todos los niños, sin distinción de razas o credos. Además, se explaya sobre el reglamento educativo de esas escuelas, sobre la suspensión del método memorístico y avanzar por el camino del razonamiento y del disfrute de los más pequeños.

Recorrer su pensamiento es algo impresionante, por la modernidad y el humanismo de sus ideas.

Nuestros revolucionarios murieron en la incomprensión, entre la perrada porteña, para sobrevivir en la historia de un pueblo que seguirá adelante porque, en definitiva, la revolución es un sueño eterno.


Saavedra se quedó con las vaquitas, pero Belgrano, Castelli y Moreno se adueñaron del futuro y de nuestros corazones.


"Juana lloró en silencio. Juana se preguntó: ¿a dónde van las almas de los hombres cuando mueren? Juana se dijo: discusión de teólogos esa; yo sólo sé que me he quedado sola. Y en el desamparo de esa bruma matinal se unió al padre Domingo y musitó una oración y su mano cubrió la mirada vacía del hermano y cerró sus párpados.


- Qué día es hoy -preguntó.


  • 20 de junio- dijo Juana y tomó una mano de Manuel, y después a otra, y las cruzó sobre el pecho, y puso entre ellas una cruz de madera oscurecida por el tiempo, y miró el reloj antes de caer de rodillas al borde de la cama: eran las siete de la mañana.


Cuando lo fueron a enterrar no encontraron un pedazo de mármol para la lápida en la iglesia Santo Domingo, donde había pedido pusieran sus restos; tampoco había dinero para comprarlo. Juana recordó la vieja cómoda de la familia, la que había acompañado desde sus bodas a mamá y papá, la que había presenciado desde su rincón partos y muertes y sucesos acaecidos en ese dormitorio de la familia, y mandó a recortar un pedazo de su mármol y alguien allí escribió Aquí yace el general Manuel Belgrano.


En Buenos Aires había ocho periódicos. Sólo uno, El Despertador Teofilantrópico Místico-político, dirigido por el cura Francisco de Paula Castañeda, dio la noticia. El país vivía demasiadas preocupaciones como para fijarse en un detalle tan baladí: la muerte de un hombre. " (2)




Película: La revolución es un sueño eterno (2012)

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1- La voz de la revolución. Autor: Jorge Zicolillo.

2- Las batallas secretas de Belgrano. Autora: María Esther De Miguel.

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