Pagar deuda con deuda para crecer bajo la tutela del FMI y, al mismo tiempo, desendeudarnos es como creer que una persona puede perder peso si organiza una dieta trimestral de pizzas y empanadas. Ya todos, por experiencia propia, conocemos los resultados.
Por otra parte, se ha dicho hasta el hartazgo que es, ésta, la última oportunidad para concretar un acuerdo que nos impida caer en default. ¿La última oportunidad de cuantas? ¿Nos transfieren la responsabilidad de un acuerdo demorado por meses a todos los Argentinos? ¿El Congreso y la opinión pública deben optar por el default y el sometimiento al fondo? ¿Es éste el mejor acuerdo, el acuerdo posible, el mejor acuerdo posible, o el único acuerdo?
Pocas veces se ha extorsionado tanto -y en tan poco tiempo- a la opinión pública desde la opinión publicada. Esto ha traído consigo la sensación de que una mayoría absoluta estaría decididamente a favor del acuerdo.
La historia se repite, aunque no de la misma manera. Otro acontecimiento que contaba con el aval mediático y social fue el conflicto de Malvinas. Toda comparación es odiosa, y ésta especialmente, pero debo decir que en estas semanas algún periodista me hizo recordar a Jóse Gómez Fuentes y su célebre frase: “Estamos ganando la guerra”.
Por aquellos años la dirigencia política hacía cola para subir al avión rumbo a Malvinas con un aturdimiento parecido al que existe hoy por el acuerdo. Uno, y solo uno, de los dirigentes importantes de la época no abordo aquel avión y tuvo la digna entereza de no acordar con el enfrentamiento armado. Fue Raúl Alfonsín.
Cuando parece que no queda margen, cuando se agotan las instancias posibles, cuando todos los caminos se cierran en uno; tendremos siempre la opción de no sucumbir al encanto de los medios y el poder. La política, la militancia y el intento de sostener la coherencia por encima de la térmica y del ambiente serán nuestro aliento para seguir adelante por una patria soberana, industrial y solidaria.
¡Adelante, los que quedan!
Diego Kraljevic.
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